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Tatiana Camps
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Doc, su genialidad no permite ponerle etiqueta

02 junio 2021 | 16:02

Un sentido recordar al maestro Humberto Maturana. 

Recuerdo la primera vez que lo vi: era el año 1989, estaba dando una charla en la escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile. Me acuerdo que salí del conversatorio con una sensación curiosa, la de no haber entendido mucho lo que él estaba diciendo, pero algo igualmente me resultaba interesante. “No termino de entender lo que este caballero dice, pero hay algo ahí muy especial”, pensaba. Efectivamente lo había. 

Cuando decidí retirarme de mi carrera de ingeniera y de ejecutiva y quise dedicarme al espacio de desarrollo organizacional, lo único que tenía claro era que quería estudiar con él. Quería estudiar con Humberto Maturana. Yo sabía que él había influenciado de manera importante a Fernando Flores, otro de mis referentes, y quería comprender mejor su mirada sobre el lenguaje, sobre las emociones, sobre los seres interpretativos y su visión de que no hay una única realidad. 

Con usted, Doc, como le decíamos con los estudiantes del magíster, aprendí que alumnos y profesores “nos transformamos en la convivencia”. Eso es algo que, en mi sincera opinión, todos quienes nos hemos formado contigo adoptamos. Cuando hago mis programas y mis clases, por ejemplo, no tengo miedo de no saber alguna de las preguntas que me hacen los alumnos. Estoy dispuesta a aprender con ellos. Es parte del proceso. Y eso tiene que ver con la manera de ser profesor, de ser maestro, de Maturana.

También me enseñó que “los asuntos sobre los que no hemos reflexionado y que aceptamos como si fueran certezas son anteojeras”: nos achican la mirada. Él hablaba del “conversar como la danza del emocionar y el razonar juntos”. Cuando entiendes en profundidad que solo hay conversación cuando se movió tu emoción y se movió tu razonamiento, cuando resultaste transformado en ese conversar con otro, comprendes que lograste encontrarte con la persona de una manera distinta, no para convencerla.

El Doc. tuvo una mirada de los fenómenos biológicos, humanos y sociales que trasciende disciplinas. Desde el inicio tuvo esta mirada sistémica y de comprensión de fenómenos que trascendió a la ciencia. Maturana no cabe en pocos conceptos. Esa discusión que existe sobre si es científico, biólogo o filósofo, solo demuestra que su genialidad no permite ponerle etiqueta. 

Escribo este sentido recuerdo con una gran pena. Maturana no solo me ayudó a formarme como profesional, sino que todo lo que hago está influenciado por él: la manera como me relaciono con mi familia, como hago clases, como escribo mis textos, como trabajo, la mirada que tengo frente al mundo. Si puedo desear algo para nuestra sociedad, y lo hago pensando en su ejemplo, es la invitación permanente a la reflexión. 

Eso lo hace eterno. 


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