Hace algunos años, mientras dictaba un taller a 130 ejecutivas, el primero que hacía solo con mujeres, esta pregunta se quedó instalada en mi cabeza. El modo en que ellas interactuaban, afectivo, espontáneo, alegre y entusiasta era tan distinto a lo que había observado en otros talleres mixtos, que supe que había algo interesante que investigar. “Siga su pregunta”, decía el maestro Humberto Maturana. Fue así como surgió esta investigación a más de 40 mujeres ejecutivas y que dio origen a mi primer libro “Liderar desde lo femenino”.
La percepción de desventaja que experimentan las mujeres cuando llegan a cargos ejecutivos y se abren paso en espacios muy masculinos tiene su historia, y se relaciona con los atributos y roles que nuestras sociedades han atribuido a las mujeres y los hombres. Al comprender esta raíz cultural, pude pensarme como protagonista de este cambio e identificar incomodidades que hasta ahora no eran evidentes. Como por ejemplo, la mala concepción de que la inteligencia y lo femenino no son esferas compatibles. De eso trata la primera parte del libro, de revisar casos desde la biología, la antropología, la ciencia, la historia, la economía y la sicología en donde lo femenino desafía esos roles preconcebidos y devela su potencia.
Cuando una mujer asume posiciones de poder, y se encuentra conectada con lo femenino, se despliegan una serie de habilidades, que se relacionan a una manera genuina de relacionarse con las personas y una mirada sistémica de la realidad. Junto con la capacidad de tomar decisiones audaces, y lejos del prejuicio del sentimentalismo, el cuidado por los equipos, la empatía con el contexto, la tendencia a compartir –y no disputar– el poder, el afán por la colaboración y las estructuras horizontales, no jerárquicas ni autoritarias, le dan cuerpo y alma a una impronta donde lo femenino exhibe sus mejores atributos.
Para hacer espacio a lo femenino dentro de las organizaciones tenemos que hacernos cargo del proceso de transformación cultural que conlleva la equidad de género o bien, de cómo la equidad de género está transformando nuestras organizaciones. Mi propuesta se relaciona justamente con ese cambio cultural, con la reflexión, el cambio a las estructuras y los valores que se nos presentan como zonas hundidas del iceberg. En resumen, como decía Maturana, preguntarnos si queremos convivir, si queremos la diversidad, si queremos la equidad.
- Tatiana Camps