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03 septiembre 2021 | 13:28

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Recobrar el cuerpo y las emociones al momento de enseñar

Diversas corrientes de pensamiento han planteado la importancia de que estas dos dimensiones –de la mano con el intelecto– cobren una mayor relevancia en el proceso educativo, como dos aliados poderosos del aprendizaje. Janaína Jatobá y Laura Pastorini, ambas formadas en el Teatro de la Presencia Social, del MIT, comparten sus impresiones sobre la importancia de estas dimensiones para la experiencia personal.

Tradicionalmente la educación se ha asociado principalmente a lo racional y a lo cognitivo: desde la disposición que tienen las sillas y mesas en una sala de clases, ordenadas y dispuestas para el silencio de los alumnos hasta el modo en como se realizan las sesiones, por lo general, en una actitud pasiva y orientadas a escuchar. El cuerpo y las emociones han tenido poco espacio en el modelo de enseñanaza tradicional. No obstante, diversas voces han planteado la importancia de que estas dimensiones cobren una mayor relevancia en el proceso educativo, como dos aliados poderosos.

La metodología Waldorf, por ejemplo, que data del año 1919 en Alemania, propone que la actividad y el juego cumplen un papel central en el aprendizaje, por lo que el cuerpo tiene un rol protagónico en su modelo de enseñanza. Del mismo modo, promueve que los alumnos sean autónomos a la hora de ir realizando y adquiriendo los conocimientos.

En opinión de Janaína Jatobá, experta en desarrollo, facilitadora de procesos de cambios, co-fundadora de Libre Academy y académica de la Universidad Católica de Pernambuco (Brasil), integrar esta dos dimensiones en los procesos educativos es fundamental: “Es importante hablar del sentir. El sentir o el percibir sensaciones y sentimientos que pueden llevar emociones en la educación. El sentir para mí es importante porque integra el pensamiento, la reflexión, lo cognitivo, con el hacer”. 

Según Jatobá, “si imaginamos que el pensar está en la cabeza, el sentir en el corazón y el hacer en las manos, cuando trabajamos el sentir, la autopercepción y las emociones en el proceso de educación, integramos lo que pensamos con lo que hacemos. Al hacer esto, uno se convierte en una persona más coherente, más íntegra”, agrega.

¿Puede el cuerpo moldear la experiencia?

Diversas corrientes de pensamiento en el mundo, entre ellas el Teatro de la Presencia Social (TPS), desarrollado por el Presencing Institute del MIT, han abordado las posibilidades del cuerpo como una fuente de conocimiento poderosa para el cambio organizacional, personal y comunitario. Este marco teórico hoy se aplica a nivel mundial en contextos tan diversos como corporaciones, gobiernos y movimientos sociales y también está siendo explorado en procesos vinculados a la educación.

Laura, por ejemplo, es teacher de SPT, directora del Presencing Institute y facilitadora de procesos de transformación personal y organizacional. Ella afirma que “no podemos librarnos de nuestras emociones. Estamos sintiendo y estamos emocionando y emocionándonos permanentemente en nuestra vida, y en el caso del ámbito educativo es uno de esos ámbitos donde la emocionalidad existe, se manifiesta y es lo que nos mueve”.

“Muchas veces pensamos que nos mueve la racionalidad, pero somos seres integrales, nos mueve la emoción de forma tan fuerte como nos puede mover la racionalidad. El peligro que a veces existe es que cuando no damos lugar a la emoción, por ejemplo, en la educación –pero puede ser también en nuestras organizaciones, en nuestro– trabajo, la emoción no desaparece. Busca manifestarse de otras maneras que no son tan buenas. Ahí aparecen el conflicto, la ira, la hiperemocionalidad, y esta manifestación se causa por la represión de la emoción. Es imposible que la emoción desaparezca, no podemos no sentir”, agrega Pastorini, insistiendo que al invitar de una buena manera la emoción, evitamos que esta se manifieste después de una manera que puede ser negativa.

Sobre la valoración de lo cognitivo por sobre lo no cognitivo, Laura Pastorini comenta que “la emoción se asocia a la irracionalidad y de ahí se nos abre todo el mundo de lo desconocido, de lo inconsciente que muchas veces genera mucho miedo. Cuanto mayor transparencia haya sobre ese mundo, más salud habrá, más sana será la posibilidad de desarrollo y de aprendizaje real”. “El acto de la transformación a través del aprendizaje es muy perceptivo, es muy emocional, es muy sentido”, agrega. 

En la misma línea, Janaína Jatobá,  también formada en el Teatro de la Presencia Social, dice que la sociedad “aprende a no sentir. Asocia al sentir como algo vinculado a la fragilidad. Y al hacer eso, como sociedad, rompemos nuestra integridad. Nos insensibilizamos. Nos fragmentamos”. “El sentir es reintegración, un saber que va más allá de lo cognitivo, que va más allá de nuestro cuerpo: involucra todo nuestro ser”.

Según Janaína Jatobá, “si el aprendizaje queda solo en lo cognitivo, se queda desconectado del sentir, y no necesariamente lleva a un hacer. Entonces tenemos a personas con discursos disociados de una percepción más amplia que el sentir permite y de su quehacer en el mundo”. “Cuando incluimos, por ejemplo, en un proceso de aprendizaje el pensar, sentir y hacer, puedo hacer un trabajo de reflexionar sobre algo, percibir cómo eso resuena en mí o en mi acción en el mundo. Cómo yo realizo la acción, cómo me siento adentro de ella y cómo esas sensaciones alimentan mi reflexión y construyen una racionalidad sobre lo que yo realicé. Y cómo la experiencia está en mí, se trata de una experiencia viva”, concluye.