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Tatiana Camps
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Liderazgos audaces: nuevos modelos para guiar el mundo

14 noviembre 2020 | 21:53

El buen manejo de la pandemia que han tenido las primeras ministras y presidentas mujeres de países como Nueva Zelanda y Taiwán, por mencionar dos ejemplos, demuestran que la capacidad de escuchar, de integrar puntos de vista diversos y de apelar a lo colectivo son atributos clave para enfrentar los nuevos retos de este siglo.

No somos seres racionales, somos seres emocionales con la posibilidad de razonar. Esta es una idea de Humberto Maturana que me inspira particularmente, pues se trata de una dimensión de la que solemos renegar, pero que ofrece nuevas perspectivas para comprender las formas de ejercer el poder y liderar. Todo sistema racional tiene un origen emocional, pues nuestros pensamientos surgen de los deseos, gustos y preferencias de cada persona.

Somos seres amorosos, y a pesar de eso, esta virtud, relacionada tradicionalmente a las mujeres, ha sido denostada por las escuelas de negocios y la literatura tradicional.  Tenemos la impresión de que el ejercicio del poder tiene que ser duro, capaz de sostener sus ideas con firmeza, competitivo, sin muestras de debilidad y las demostraciones de afecto, que se expresan en actos de empatía y colaboración han preferido reservarse al terreno de lo íntimo, para no ser catalogados “como líderes blandos”.

La capacidad de escuchar, de resolver problemas, de atender los conflictos con cuidado y paciencia son cualidades que los propios líderes desconocen como atributos de su gestión. Hoy, sin embargo, comienzan a emerger como caminos posibles, que abandonan el modelo centrado en la competencia y transitan hacia lo colectivo y la comunidad.  

Existe polémica sobre si existen cualidades propiamente femeninas o si bien responden a los roles de género que la sociedad, tradicionalmente, ha asignado a cada uno. De mi experiencia de trabajo con mujeres y hombres de diversos rubros, he llegado a la conclusión que nuevos caminos emergen cuando las mujeres tienen la posibilidad de ejercer el poder bajo sus propios términos. El pensamiento sistémico, la intimidad o la disposición a escuchar, por mencionar solo algunas cualidades, comienzan a ser naturales y sencillas. Ser diferentes fue por mucho tiempo una gran amenaza para los grupos que no tenían posibilidad de ejercer el poder. Lo masculino, y la construcción histórico-social vinculado a ello, ha ejercido una supremacía sobre otras visiones que se expresan en frases de uso cotidiano como “no seas tan mujercita” versus “bien hombre para sus cosas”.

Hoy, sin embargo, esas diferencias comienzan a ser percibidas como una virtud, pues el mismo modelo comienza a ser incómodo para los hombres. Un buen ejemplo de este nuevo estilo de liderazgo que florece es el de las primeras ministras y presidentas de los países que han tenido el mejor manejo de la pandemia de la Covid-19. Jacinda Ardern, en Nueva Zelanda, o Tsai Ing-wen, en Taiwán, por mencionar dos ejemplos, decidieron cerrar sus fronteras cuando aún no tenían fallecidos en sus países. Mientras que Angela Merkel se apresuró en reconocer, solo una semana después de que la OMS declarara  pandemia que esta era la crisis grave desde la segunda guerra mundial y que debía enfrentarse con seriedad por todos los países y a partir de una “solidaridad colectiva”.

Estas tres líderes, junto a Sanna Marin en Finlandia, Katrin Jakobsdóttir en Islandia,  Mette Frederiksen en Dinamarca y Erna Solberg en Noruega gobiernan los países con menor tasa de mortalidad y todas ellas coincidieron en una estrategia comunicacional transparente, tomando decisiones tempranas para eliminar el contagio, basadas en datos científicos, además de apelar a la conciencia colectiva para lograr buenos resultados.

En la misma línea de la audacia y lo colectivo vemos tres mujeres a cargo del plan de reactivación económica post pandemia en Europa. Angela Merkel como canciller de Alemania, el país más rico del viejo continente en estos momentos, impulsa la Solidaridad Estratégica como plan para la reactivación, apoyada por Ursula Von der Leyen como presidenta de la UE y Christine Lagarde como presidenta del Banco Central Europeo. Estas tres mujeres plantean que sólo trabajando unidamente Europa podrá resolver los retos que enfrenta, pues ya no existen las fronteras: el coronavirus, la crisis económica y la de los refugiados afecta a todos sus países por igual. En ese contexto, proponen que la solidaridad es la única estrategia para la reactivación y se basa en 3 ejes: la transformación verde, la transformación digital y la resilencia. Me parece de una tremenda osadía usar este nombre, pues pone al centro la solidaridad, como estrategia y no como caridad.

La pandemia y los procesos sociales por los que atraviesa la humanidad han puesto en evidencia lo valioso que resulta para las empresas, y para cualquier grupo social, potenciar esta naturaleza amorosa de la que habla Maturana para construir liderazgos capaces de convocar, llegar acuerdos y conciliar puntos de vista.

Promovamos liderazgos audaces, en donde la empatía, la colaboración y el respeto, el “ser amorosos”, sea considerado un recurso clave para la creación de riqueza y desarrollo. Desechemos la idea de que para liderar y ascender se debe perseguir un patrón agresivo o de competencia, lo tradicionalmente masculino.


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